Te fuiste no físicamente. O lo que es lo mismo, estás sin estar. Desde el momento en el que escupiste la primera mentira se esculpió un muro fronterizo entre tú y yo. ¿Se puede mentir mirando a los ojos? Sí. Una ocasión ejemplar para añadir algo nuevo a mi lista de aprendizaje diario.
Y esa mentira, esa p*** mentira, me ha llevado a la reflexión. ¿Por qué miente el mentiroso?
Un tal Alfred Adler, un psiquiatra austriaco que he conocido en esta noche nepalesa durante mi investigación, dice Internet que dijo: “Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa”. Lo que me dirige a un reportaje en profundidad: ¿Qué tiene tu verdad que no se acompasa con lo que una vez fuera nuestra verdad y que yo, como agente activo en esa parte, deba desconocer?
Superada la fase retórica, en la que Google no me ofrece una sola respuesta simple, concisa y clara, analizo la consecuencia que esa patraña crea en la fisonomía del receptor de la misma. De este último se apodera una energía volcánica que se salta los semáforos en rojo del camino que va de las entrañas a la cabeza, haciendo hincapié en un vigoroso retorcimiento de estómago. Consiste en un ir y venir de incredulidad que el mentiroso intensifica reiterándose en su embuste. Desde este punto hasta cómo el trolero sale malherido existen diferentes variables que no se describirán en esta indagación.
Alcanzando ya la fase final del por qué del mentiroso, se idean diferentes conclusiones. Una de ellas es que el principal creador de la falacia sea inteligente pero le falte capacidad de análisis en lo que respecta a la inteligencia/intuición del agente receptor. Otra posibilidad es que el embustero no sea lo bastante inteligente, sin más. Puede ser, también, que el farsante no sea inteligente, a secas. Puede ocurrir, a lo mejor, que el calumniador no sea inteligente y que por ende sea estúpido. Por último, concluyo con que es probable que el bolero sea extremadamente estúpido.
Llegados a este punto solicito ayuda a Jacques Derrida:
“Lo relevante en la mentira no es nunca su contenido, sino la intencionalidad del que miente. La mentira no es algo que se oponga a la verdad, sino que se sitúa en su finalidad: en el vector que separa lo que alguien dice de lo que piensa en su acción discursiva referida a los otros. Lo decisivo es, por tanto, el perjuicio que ocasiona en el otro, sin el cual no existe la mentira”.
Pipa
Esa cabeza que está en ebullición continúa, pero que escribe con el corazón. Me encanta!.
Margarita
Tú y tú y tú y solamente tú.
Luz
Pero cuanta pasión y entrega hay en tus escritos!!!! Gracias por estos pequeños/ grandes regalos 🙂
Margarita
Me iluminas. Felicita a tu madre/padre/ambos de mi parte por decidir ese bello nombre que tan bien se compagina con tu esencia. Gracias Luz 🙂