Tu mirada acaricia continentes, provincias y capitales.
Apagas y enciendes los días con el abrir y cerrar de tus párpados. Al unísono, tus pestañas dotan de viento a las calles, impulsan las velas de las galeras, abrazan el vuelo de las aves y oxigenan la sangre de mis venas. Te agradecen los saxofones ese impulso aéreo pues, gracias a él, resurgen las notas de entre sus metales y bailas mis oídos al compás de su son.
Con el polvo de oro de tu iris ribeteas palacios, fuentes y catedrales.
Celosos se vuelven los lunares de mi piel al divisar el contorno de tus pupilas; tan perfecto en su forma, tan intenso en su abrazo.
Que tus pupilas se conviertan en el nuevo anfitrión de mi envoltorio. Deseo.
Escrito el 8 de junio de 2015.
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