Dime tú que no hubo amor en los besos que te di.
Dime tú que no sentiste la envoltura de mi piel, la que me arranqué para protegerte de las hienas.
Dime tú que no viste el corazón en mis pupilas, cuando me quedé sin voz por quererte doliendo.
Dime tú que no quise la mejor versión de lo que fuimos y que me conformé con medias mitades.
Dime tú que no te he dado todo lo que tenía, a pesar de no poder otorgarte mis huesos.
Dime tú que no te he abrazado sin dejar mis suspiros en tu alma.
Etiqueta: Oda al poeta
Mi mente, sentada en el sofá, devora continentes y recorre países. Se imagina Estambul, muy brillante, e Irán, extenso. Incluso de ella ha nacido la idea de unirlos a pie. Pero esa América, la más latina, tan capaz de comprender el sentido de una coma, un punto y una metáfora, me llama al ritmo de cumbias, rancheras y samba. Hay, sin embargo, un Atlántico que nos separa y que me bebería con tal de pisar ese sur, tan norte como el de arriba.
Nacemos, crecemos y morimos. Es en el crecer donde prestamos más atención pues pasamos a ser dueños de nuestra conciencia y dejamos de ser guiados por otros, llámense abuelos, madres o tíos.
En Nepal se conduce por la izquierda, dice la teoría. Sin embargo, muchos de sus habitantes decidieron ser más prácticos.
Te observan las olas, con rabia. Desea su sal besar tus poros y sudar a través de tu piel. No puede. Se rinde.
Si de lo que pudo haber sido me lamento, no le dejaría sitio al porvenir que viene vestido de Discóbolo de Mirón.
Cada kilómetro que te alejes del radio de mi aire se resiente en mi pulso. Así, la aguja que cose tu mente y la mía me pincha si no te respiro.
Ya son más de diez años los que han pasado y es ahora cuando me siento más conectada a ti. Será la vida y lo que se aprende de ella. Será el amor que recibo de mi madre que no ha dejado de nutrirme desde que te fuiste. Será la admiración que te tengo, inabarcable desde el punto de vista humano.