El proyecto Karate Can Peixauet acoge a jóvenes en riesgo de exclusión social y les ayuda a redirigir sus vidas
José Luís Redondo, más conocido como Lee, es el coordinador del proyecto de integración social Karate Can Peixauet, en el que ayuda a más de un centenar de jóvenes con problemas sociales. Con el karate, los chicos logran aplicar disciplina a su vida cotidiana.
A las diez menos diez de un jueves de marzo, José Luís Redondo aparca su moto en la acera de la Biblioteca Can Peixauet de Santa Coloma de Gramenet, donde trabaja. Diez minutos más tarde, abre el portal de la biblioteca. José Luís es auxiliar técnico, “algo parecido a conserje” dice. Es en este lugar donde empezó todo, donde el karate nació para transformar parte de la realidad social municipio de Santa Coloma de Gramenet.
En el 2012, la biblioteca ya no era reconocida como centro educativo sino como núcleo de dinámicas distorsionadoras. Jóvenes en riesgo de exclusión social amenazaban a sus trabajadores y usuarios, y destrozaban las infraestructuras hasta el punto que la policía debía intervenir casi diariamente.
“Yo siempre venía aquí a tocar los huevos y con el único con el que no podía era con Lee. Le respetaba un montón por su físico y, aparte, no sabía que era profesor de karate”. Quien lo cuenta es Tito, Faysal Boujghal, uno de los jóvenes con un pasado conflictivo y el principal propulsor, sin quererlo, del proyecto Karate Can Peixauet. Lo explica después de salir de trabajar. “Ahora soy soldador”, dice.
Karate en la ribera del Besòs
Al comprobar que las llamadas a la policía no resolvían el conflicto, a José Luís Redondo se le ocurrió una idea: “Tito era el cabecilla de todos los que venían aquí y me dije: a este chaval lo voy a salvar de la calle”. Lee decidió llevarse a los cuatro jóvenes más conflictivos, incluido Tito, a la ribera del Besòs. Allí descubrirían un nuevo arte marcial alejado del boxeo que ellos solían practicar: el karate kyokushin.
“Me enseñó aquello del karate y me dijo el nombre. Yo no tenía ni idea. Me dijo que le pegara un puñetazo y le pegué. Me hizo un daño”, dice Tito. A raíz de ahí, la curiosidad de Faysal y de los demás chicos por aprender el arte marcial fue in crescendo. Cada domingo de la semana, Redondo impartía clases de karate en la riera del Besòs. Donde al inicio iban 4 alumnos, al cabo de un tiempo asistirían 30. “Me acuerdo que llevaba bocadillos de Nutella para cada uno. Llegaba un punto que tenía que comprar cinco barras de medio. Ahí me di cuenta de que se me estaba yendo de las manos”, recuerda Lee. Fue entonces cuando la idea de crear una asociación para los jóvenes no resultó ni mucho menos disparatada y Lee se puso manos a la obra. “Pasamos a ser un proyecto más serio y federado”, comenta Redondo. Nació la Asociación Juvenil Karate Can Peixauet.
Más allá de la enseñanza del karate
Respeto. Confianza. Autoestima. Disciplina. Perseverancia. Esfuerzo. Son los valores que se inculcan en las clases de karate de Lee Redondo. Además, los alumnos deben seguir unas directrices para poder asistir a las clases. Deben respetar a sus compañeros, deben alejarse de actitudes racistas y machistas, no deben tener causas policiales vigentes y deben seguir una higiene diaria. Si no siguen alguna de estas pautas, el alumno puede ser expulsado de la asociación.
Son muchos los logros que la Asociación Juvenil Karate Can Peixauet ha alcanzado a nivel deportivo, laboral y social. Tras cederle el Ayuntamiento un espacio donde entrenar y a pesar de no ser el objetivo primordial del proyecto, José Luís ha podido preparar a sus alumnos para el deporte de competición. Así, se han presentado a campeonatos nacionales e internacionales llegándose a clasificar.
Los más jóvenes y con dificultades en la escuela tienen acceso a clases gratuitas de repaso con el fin de mejorar sus notas. Los más mayores y sin empleo tienen la posibilidad de entrar en el mercado laboral. “El año pasado conseguimos que trabajaran 14 chicos. Este año ya llevamos 17 y todavía falta tiempo para acabar el año”, cuenta Lee sonriente.
Senpai Lee, maestro karateka, como le llaman sus alumnos, ha hecho frente a situaciones sociales marginales en las que muchos de los chicos se encontraban. “Lee ha ido conmigo a los juicios, me pagó la luz, me ayudó con dinero para no robar”, recuerda Tito, a lo que añade José Luís: “A él le cuesta hablar de eso pero Tito vivió un desahucio con un hermano enfermo. Se quedó en la calle de un día para otro.
Ahí lo pasamos muy mal. Estuve a su lado en todo momento y no paré hasta que conseguimos un piso, que es donde vive ahora”. José Luís también consiguió un piso de alquiler social a Jennifer Soto, una de sus alumnas que, a los 15 años, sufrió la muerte de su madre y el abandono de su padre. Malvivía en las casas baratas del barrio del Bon Pastor. “Desde los 15 hasta los 22 se ha dedicado a robar y a vivir en la máxima indigencia”, cuenta Lee. Ahora es otra persona gracias a la ayuda y la acogida que ha recibido por parte de José Luís y la asociación.
Tan conocida es la labor de Karate Can Peixauet en Santa Coloma que incluso les derivan a jóvenes conflictivos de instituciones oficiales. “A pesar de no tener vínculo con servicios sociales, la gente cree que lo hacemos muy bien”, asegura Lee. “Ahora tenemos a 50 chicos en lista de espera”, además de los 140 que en la actualidad disfrutan de las clases de karate, dice.
Siempre con la finalidad de que los alumnos “entiendan y asuman la importancia de ayudar a los demás”, tal y como dice José Luís, la asociación forma parte de diversas campañas: cursos para dejar de fumar, colaboración para gestionar la ayuda humanitaria enviada a los refugiados en Europa y soporte al movimiento solidario “Sonríe con Rocío” que tiene como finalidad recaudar fondos para tratar la parálisis cerebral de Rocío, una niña de 6 años con una discapacidad del 86%.
Can Peixauet Karate es un proyecto mediador en el cual el karate es la herramienta de cohesión e integración social en el municipio de Santa Coloma de Gramenet. La asociación incita a jóvenes de diferentes estratos sociales, países y edades a convivir pacíficamente y a potenciar la solidaridad en el vecindario. Lee Redondo sigue igual de implicado que el primer día: “Prometí a mi ex pareja que el día que Tito estuviera trabajando dejaría el proyecto, pero siempre aparece otro Tito”.
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